¿Cuáles Son Las Preocupaciones Del Posthumanismo En El Siglo 21?

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Para entender el posthumanismo, es necesario entender a sus antecedentes. El humanismo es un movimiento filosófico, intelectual y cultural europeo que acompañó el pensamiento Renacentista y que, en el siglo XVIII, se asoció a los principios de la Ilustración, la Reforma Religiosa y la Revolución Francesa. Sin embargo, los ideales de esta corriente filosófica se vieron desplazados después de la Segunda Guerra Mundial, y muchos de los mitos del Humanismo cayeron ante una nueva secularización del mundo.

La Guerra había llevado al máximo apogeo de la técnica bajo las consignas del Progreso y la Civilización, pero nunca antes se habían vivido fábricas de muerte como las fueron los Holocaustos del siglo XX. Tras un contexto de deshumanización y devastación, muchos de los viejos mitos que se habían alzado con la Revolución Francesa, se desvanecieron junto al Humanismo que los había propuesto debido a que esta corriente filosófica ya no podía dar respuesta a los fenómenos complejos de una sociedad que pasaba de un capitalismo industrial a uno de superproducción y marketing, y que intentaba sepultar en los sótanos de la cultura los acontecimientos sucedidos en la guerra.

Por esos mismos años, Martin Heidegger fue el primero en abrir el escenario “posthumanista”. Heidegger corrió al hombre del centro de la escena como objeto de estudio de las Ciencias Sociales y propuso al Ser en su lugar. Es con él que se inaugura una nueva etapa de pensamiento lingüístico que une a la fenomenología con la búsqueda del sentido histórico de las palabras ya que, como lo dejaría planteado Heidegger, es el lenguaje –y no el hombre- la casa del Ser.

La pregunta por el Ser no es otra cosa que la pregunta por el pensamiento guiado a través del lenguaje histórico. El lenguaje, para el autor, contiene en sí un elemento creador, y sólo a través de la palabra originaria se podría traer a presencia los significados verdaderos del mundo: ésta permitiría pasar del velamiento al develamiento –en el sentido de la palabra griega aletheia- y hacer brotar al Ser ante nuestros sentidos. El autor deja explícito que nuestra comprensión del mundo es lingüística.

En este mismo escenario de posguerra, Ray Bradbury escribe Farenheit 451 en 1953, una novela distópica que se adelanta a la premisa de las sociedades post-literarias (una sociedad ficticia, pero indeseable en sí misma). Su libro es una metáfora de lo que el autor imagina que serán las sociedades del siglo XXI que llevaron al máximo la ideología del Progreso, y donde persigue una única meta deseada: la felicidad general. Y esta meta se alcanzará al coste de incendiar la memoria colectiva, la historia y la literatura, y todo el pensamiento cultural de una época. Pero lo curioso es que los personajes de la novela no son realmente felices, sino que viven en un estado somnoliento y de fuga psicológica, sin ningún atisbo de pensamiento crítico; viven extraviados a través de psicofármacos, de eliminación de síntomas, de tecnologías para el confort y de la tiranía de la utilidad. Al igual que Heidegger, su pensamiento es posthumanista y está influenciado por los acontecimientos ocurridos en la Segunda Guerra Mundial. Brabdury también cree que el lenguaje histórico está cargado de un sentido originario, cree en la necesidad de llevar la técnica hasta sus máximos efectos y así, tras la destrucción por la guerra, volver a dejar al hombre arrojado al mundo para recuperar un contacto ingenuo con él a través de los sentidos. Todo en Farenheit comienza con un pensamiento del que surge una duda acerca de la memoria, de una sociedad que destruye toda su relación con el pasado, de un presente estupidizado y conformista, y el autor ve la necesidad de guardar a salvo una parte del ser humano que no debería perderse.

“Y pensé en los libros. Y por primera vez comprendí que detrás de cada libro hay un hombre. Un hombre que tuvo que pensarlo. Un hombre que empleó mucho tiempo en llevarlo al papel. Nunca se me había ocurrido. Y a algún hombre le costó quizá una vida entera expresar sus pensamientos, y de pronto llego yo y ¡bum!, y en dos minutos todo ha  terminado”. (Bradbury).

Ambos autores logran expresar los principios del posthumanismo, pero no llegan a ser “anti-humanistas”. Por supuesto, tanto Heidegger como Bradbury escriben en un momento histórico determinado donde todavía no existía Internet como lo conocemos hoy, donde se estaba dando paso a un nuevo tiempo histórico caracterizado por la globalización y a un nuevo tipo de sociedad que dejaría atrás la idea de “masa” como un conjunto unívoco que debía luchar por la liberación social. Quizás a llegado el momento de que nos volvamos a plantear muchos de estos conceptos (como el mismo concepto de “masa” que pronto comenzó a entenderse como un rejunte de singularidades ya no en conjunto y solidaridad con el pueblo, sino fragmentado en miles de individualidades irreconciliables entre sí). Aunque muy adelantada a su época, la propuesta de Bradbury no llega a predecir las sociedades contemporáneas y el lugar que los medios de comunicación ocupan en la construcción de la realidad. En un mundo donde la civilización se extendió hacia todos los confines de la Tierra y la naturaleza no se ve más que como fuente de materia prima, no hay posibilidad de “salvación” o redención a través del lenguaje, como lo planteaba Heidegger.

Ya no existe un mundo al que somos arrojados para percibirlo sin mediación de la razón ni de prejuicios de valor, sino que los medios de comunicación nos acercan lo lejano y nos imponen lo que es la realidad y lo que debemos conocer. Por eso es necesario ver el escenario en que se construyen estas perspectivas y tomar de los autores la crítica a la lógica bivalente y caduca que sigue siendo propuesta por el Humanismo para dar respuesta a acontecimientos y fenómenos cada vez más complejos y multifacéticos. Si partimos desde su crítica, es menester avanzar hacia nuevas formas de pensamiento y de comprensión de nuestro propio tiempo que nos permitan entender mejor el presente que nos atraviesa (sin dejar de lado al pasado, pero tampoco viviendo sólo por él) y encontrar así nuevas vías pertinentes de acceso a la comprensión del tiempo histórico del que formamos parte. Los viejos “pastores del rebaño” quedaron atrasados en sus métodos de domesticación del hombre, y en su lugar aparecieron nuevos poderes asociados a los saberes de la tecnociencia y la biomedicina. Una nueva etapa se abre ante nuestros ojos y nos deja expuestos a la incertidumbre.

Heidegger y Bradbury revelaron la sensibilidad de su época: ahora es tiempo de encontrar el camino que nos lleve a la revelación de la nuestra.

Producer’s note: Many thanks to Virginia Castiglione for her gracious assistance.

featured image – Shutterstock